Conocida y venerada durante siglos por los habitantes de Barcelona, Santa María del Mar se erige como uno de los templos más emblemáticos de la Ciudad Condal, aunque la popularidad universal le ha sobrevenido de la mano de la literatura. La publicación de ‘La Catedral del Mar’, la novela de Ildefonso Falcones la ha situado como una de las visitas imprescindible para los turistas que visitan la capital catalana.
Fue construida en el siglo XIV en el popular barrio de la Ribera, un rincón del que todavía podemos contemplar parte de su esplendor a través de algunos palacios góticos de la calle Montcada impulsados por la nobleza de la época. Santa María del Mar es, sin duda, una auténtica joya arquitectónica, sin embargo, tras sus muros, y más allá de aspectos puramente arquitectónicos, se esconden algunas curiosidades que posiblemente no conozcas.
La primera de las sorpresas que depara Santa María de Mar es su denominación errónea. Y es que el templo, a pesar de que ya desde su construcción era conocida y denominada popularmente como catedral, en realidad es una basílica.
La catedral de la Santa Creu i Santa Eulàlia de Barcelona, situada a poca distancia y Santa María del Mar fueron construidas casi de forma simultánea durante la baja edad media. La primera tardó en culminarse alrededor de 120 años (1298-1420), mientras que Santa María del Mar fue completada en 54 años (entre 1329 y 1383).
Santa Maria del Mar es una iglesia construida por el pueblo y para el pueblo, que deseaba consagrar la iglesia más hermosa a la Virgen. A diferencia de la catedral, impulsada con los recursos de la realeza, los nobles y el clero, en este caso fueron los vecinos del barrio quienes a través de aportaciones económicas de los burgueses o bien con su propio trabajo la convirtieron en realidad.
Los estibadores del puerto de Barcelona fueron los encargados de transportar desinteresadamente las pesadas piedras de la cantera de Montjuïc. Como reconocimiento a su ardua labor, fueron representados en los capiteles y en los repujados de bronce de las puertas.
A diferencia de las grandes catedrales góticas francesas, Santa María del Mar es un templo mucho más austero. Sus arquitectos, Berenguer de Montagut y Ramón Despuig, proyectaron una obra impresionante, carente de una gran ornamentación, con dos torres octogonales que flanquean la fachada principal y un interior que ofrece una sensación de amplitud, gracias a la sucesión de pilares y a la altura de las naves laterales.
La iglesia cuenta con un impresionante rosetón, -no es el original, ya que un terremoto décadas después de su construcción lo destruyó-, y diversos rosetones laterales más pequeños, cuyas cristaleras también tuvieron que ser reemplazadas. Todo ello, sin embargo, conforma una de las joyas del gótico catalán.
La historia del templo es una sucesión de episodios accidentados que provocarán que deba ser reparada una y otra vez a lo largo de sus casi seis y siglos y medio desde que fuera consagrada. El primer incidente tuvo lugar en 1378, años antes de la finalización de la obra, cuando un incendio obligó a reconstruirla parcialmente y, posteriormente, en 1483 un movimiento sísmico de grandes proporciones destruyó, entre otras partes de la iglesia, el gran rosetón mencionado.
Siglos más tarde, dos incendios como consecuencia de sendos bombardeos pondrían en peligro su supervivencia: en 1714, durante la Guerra de Sucesión y en 1936, al inicio de la Guerra Civil.

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